lunes, 31 de octubre de 2011

educación 2.0

Desde que en el 2005 Tim O'Reilly puso de moda el término de web 2.0 se extendió la moda de bautizar las más diversas actividades humanas con esta etiqueta. Se habla, por ejemplo, de una econonomía 2.0, una tecnología 2.0 o, lo que más nos importa acá, una educación 2.0. Los valores emergentes de lo 2.0 serían la participación, la inteligencia colectiva y el uso de las nuevas tecnologías sociales digitales.

En clase, por ejemplo, hemos puesto en marcha muchas actividades 2.0. Por ejemplo, los ejercicios que hacemos de redacción en el blog y que después posteamos en Facebook. O la construcción colaborativa de un video intelectual. Su misma relación conmigo tiene algo de 2.0, pues he renunciado a la estructura de la conferencia (donde el profe echa un rollo y los alumnos, pasivamente, fingen estar escuchando) a cambio de clases más participativas y donde ustedes puedan concentrarse en su propio trabajo individual o de equipo.

Pero, ¿la educación 2.0 siempre es cool? No. Lo importante no es adoptar esta moda sino darle un sentido realmente educativo. Se puede usar una tecnología 2.0 como el blog y sentir que no formas parte de ninguna red de conocimiento. Sí, se puede ser naúfrago en las islas digitales. Por eso, para que tenga realmente sentido, estas actividades deben sembrar en el alumno una conciencia colectiva de su trabajo. Deben llevarle a leer otros blogs y ver qué puede aprender de ellos. Y debe pensar su escritura como un proceso que siempre está expuesto a retroalimentación y a cambio. A la mejora permanente. En palabras digitales: debe entender su escritura en versión beta.

Pasar de una cultura del aula regida por el profesor y concebida como un espacio de transferencia de conocimientos a una nueva cultura 2.0 donde el aula sea un foro de experiencias de aprendizaje social (todos aprendiendo de todos, enseñando también a los otros) va a llevar mucho tiempo. Hay resistencias por todas partes. El mismo sistema de evaluación es un viento frío que frena ese cambio. La actitud de los alumnos, muchas veces, que prefieren acomodarse en su pasividad antes que asumir las riendas de su aprendizaje. Y, cómo no, la dificultad de los profesores para cambiar sus rutinas de trabajo. En fin, el campo está minado. Pero el horizonte está lleno de aventuras educativas por explorar.

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